Este año, visitamos el Panteón Municipal y capturamos algunos momentos de la tradicional celebración de Día de Muertos en donde familias compartimos gratos momentos y recordamos a aquellos padres, hijos, hermanos o amigos, que han partido a una vida mejor.

Con una concurrencia un tanto inusual en este segundo año de pandemia por COVID-19 logramos apreciar un panteón municipal en orden, adornado con flores y velas en la mayoría de tumbas, mientras que los visitantes convivieron de manera sana pues se restringió el acceso a bebidas alcohólicas al recinto funebre.

La celebración de esta tradición mexicana donde se dice que el alma de los fallecidos regresa a este mundo comienza el primero de noviembre en donde se recuerda a las almas de todos aquellos que fallecieron jóvenes, en espera del día en el que se recuerda el alma de todos los difuntos que murieron mayores.

El Día de Muertos tiene orígenes desde que los indígenas mesoamericanos comenzaron a realizar “Cultos a la Muerte” celebrando la vida que habían perdido sus ancestros, haciendo un ritual que ayudaba a que el alma del difunto descansara y que el dolor de los familiares fuera más ameno de conllevar.

En la actualidad cada pueblo de México tiene su forma peculiar de celebrar esta hermosa tradición, en diferentes lugares realizan desfiles y festivales culturales donde la localidad se visten en representación de la “Catrina” con vestuarios llenos de colores y flores simulando el cuerpo de un esqueleto, también realizan las tradicionales ofrendas a sus difuntos en donde agregan velas, ceras, comida, pan de muerto, agua veladoras, flores entre otros elementos representando un sincretismo del viejo y nuevo mundo para poder así recordar a todas esas personas que apagaron su luz para encender el recuerdo en el corazón de quienes en vida los amaron.